Vivimos en un momento donde todo pasa por las redes sociales. Ahí es donde se construyen (o se hunden) proyectos, sueños, y realidades. Pero a pesar de pasar horas deslizando el dedo sobre la pantalla, parece que apoyar a las pequeñas marcas con un simple “me gusta” sigue costando más de lo que debería.

Puede sonar exagerado, pero no lo es: cada “me gusta”, cada comentario, cada vez que compartes una publicación, estás ayudando a que ese proyecto —que probablemente no cuenta con un equipo de marketing millonario detrás (probablemente sea UNA persona para todo) — tenga una oportunidad de ser visto.
En el brutal ecosistema digital actual, la visibilidad no es un lujo, es cuestión de supervivencia.
Mientras tanto, las grandes marcas no necesitan tu like: ya tienen presupuestos gigantes, influencers pagados, algoritmos dopados a golpe de publicidad. Las pequeñas empresas, en cambio, dependen de un apoyo real, humano. Y no estamos hablando de un gran sacrificio: estamos hablando de un segundo de tu tiempo. De un gesto que no te cuesta nada y que puede significar muchísimo.

Apoyar a una pequeña empresa no siempre pasa por comprar sus productos (aunque si puedes, mejor). También pasa por estos microgestos: interactuar, recomendar, dar visibilidad. Es una forma de construir una economía más justa, más diversa, más local.
Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto? Quizá porque hemos normalizado consumir sin pensar. Quizá porque no nos han enseñado que también somos responsables de qué tipo de mercado queremos construir con cada pequeño gesto.
-> La próxima vez que veas una publicación de una marca independiente que apuesta por hacer las cosas bien, no te quedes mirando. Dale un “me gusta”, comenta algo, comparte. No porque sea gratis (que lo es), sino porque el mundo necesita menos grandes gigantes indiferentes y más proyectos valientes.
Cada clic cuenta. Y cada indiferencia, también.