De la revolución industrial a la economía de casino o porqué es imposible pagar la calefacción aunque hagas horas extras.

Nos vendieron que si estudiábamos, encontraríamos un trabajo digno, que nos permitiera promocionar, mantener una familia y sentirnos productivos. (Spoiler: JA)
La realidad hoy es bien distinta: la juventud se enfrenta a tasas de desempleo superiores al 24%, alquileres imposibles y sueldos estancados desde hace años. Ahora mismo, la economía gira en torno a conceptos ambiguos como criptomonedas, fondos buitre o NFTs, trabajados en oficinas de hierro y cristal, tan lejanas como incomprensibles. Mientras, el resto contamos monedas para llegar a fin de mes.


El juego sucio de la especulación: vidas atrapadas en la ruleta.


La economía ha dejado de medirse por lo que somos capaces de crear con nuestras manos para convertirse en una apuesta de casino. El esfuerzo sólo es marketing, ha pasado a un segundo plano frente al negocio fácil de inflar precios, especular con viviendas, terrenos o acciones, dejando un rastro de vidas rotas que a nadie le importan.
Millones de personas sobreviven con contratos basura, mirando de reojo la escalada imposible del coste de vida, mientras el futuro se aleja cada vez más de sus manos, cumplir años, bienios, trienios, sexenios ya no te garantizan un sueldo decente, sino que con suerte te permite respirar, sin que la ansiedad te asfixie cada día.
Jóvenes obligados a aceptar trabajos que no les permiten ni siquiera plantearse una vida independiente, familias enteras renunciando a sueños básicos como tener un hogar o llegar a fin de mes sin angustia. Y todo porque a quienes manejan el dinero les da exactamente igual si vivimos dignamente o no. No somos dignos porque no hemos hecho méritos, nos dicen…
Es cuanto menos gracioso que luego digan que la juventud no tiene ambición, no quieren trabajar más de 40h/semanales…
Todo son criticas, porque “los que mandan” no piensan que igual han despertado a la consciencia, que quizás las nuevas generaciones no están dispuestas a destrozar su salud mental (y física) a costa de los beneficios de otros.
No entienden la renuncia silenciosa de toda una generación al no querer participar de una ruleta rota en la que la banca siempre gana. Los jóvenes no tienen casa, no tienen sueños, solo les queda transitar por un modelo productivo obsoleto que encima les insulta constantemente.

Cuando dejamos de importar como consumidores, dejamos de importar como personas, ahora (también) quieren esclavos.

Antes las empresas necesitaban trabajadores que cobraran lo suficiente para consumir. El círculo era sencillo: buenos empleos generaban consumidores satisfechos y comunidades prósperas.
Hoy, eso es solo un recuerdo.
Ahora las ganancias vienen de la especulación, y si no tienes para comprar, no pasa nada: los beneficios ya no vienen de ti, sino del juego perverso del mercado financiero.
Este modelo, cruel y frío, nos convierte en meras piezas desechables. Ya no se trata de mantener un equilibro coste-beneficio, ni de la vida de la gente, sino de exprimir hasta la última gota de beneficio, aunque eso implique precarizar el empleo hasta límites insoportables, porque… sorpresa… siempre habrá alguien suficientemente desesperado para participar en su juego… esclavitud del siglo XXI.

Pequeñas empresas: el alma arrebatada de la economía

Antes, cuando paseabas por un pueblo, una ciudad, tu barrio, encontrabas panaderías que daban trabajo estable, tiendas familiares donde la atención era personal, y talleres que daban oportunidades a generaciones enteras. Las pequeñas empresas, el verdadero pulmón económico y emocional de nuestras ciudades, que ofrecían empleos reales, con rostro humano y condiciones decentes.
Esas pequeñas empresas siguen representando el 99,8% del tejido empresarial español y generan el 62,1% del empleo empresarial del país, agonizan porque nadie legisla para ellas, la economía no se centra en esto, ahora se legisla de forma global para beneficiar a multinacionales gestionadas por fondos de inversión.
Y sin embargo con cada pequeña empresa que cierra, mueren empleos dignos, muere la estabilidad económica de familias enteras, y desaparece la esencia misma de nuestra sociedad.


Poder adquisitivo en picado: la realidad que duele

Durante los últimos 50 años, aunque España ha experimentado fases de crecimiento económico, el poder adquisitivo de la población no ha aumentado. En la década de los 70, la inflación superó el 20% anual, erosionando el poder adquisitivo de las familias. Aunque desde los 90 hubo mejoras económicas, estas no se tradujeron equitativamente en los bolsillos de todos. Tras la crisis de 2008, la recuperación fue parcial, y hoy los españoles tienen un poder adquisitivo inferior al del año 2000.
Las generaciones más jóvenes enfrentan ingresos inferiores a los de sus padres a la misma edad, con serias dificultades para acceder a vivienda y ahorrar se convierte en un imposible.

La economía productiva como opción de resistencia.

Pero en medio de esta tormenta especulativa, quedan personas que resisten día a día, que se levantan cada mañana con la incertidumbre del mañana clavada en los huesos, pero que no abandonan. Familias que hacen milagros con presupuestos imposibles, trabajadores que siguen dejándose la piel y la salud, pequeños comerciantes que no bajan la persiana por pura dignidad.

Cambiar el modelo: romper el tablero

La solución no vendrá de pequeñas reformas ni de discursos vacíos. Necesitamos un cambio radical que devuelva el valor al trabajo auténtico, a la producción real y sostenible. Tenemos que exigir que los políticos tengan el coraje de enfrentarse a este monstruo especulativo y recuperen una economía en la que las personas importen más que las cuentas corrientes de cuatro especuladores.
Necesitamos exigir políticas concretas: apoyo real a pequeñas empresas, regulación efectiva contra la especulación financiera, fomento decidido de cooperativas y economía circular, e inversión pública para garantizar empleo digno.

Si no somos capaces de romper este círculo perverso, seguiremos siendo las víctimas de un juego en el que nunca se nos permitió ganar.

Recuperar lo humano: reclamar nuestra dignidad

La economía debe volver a ser una herramienta que nos sirva a todos, cómo sociedad, no solo a quienes tienen los dados cargados a su favor. Merecemos empleos que permitan vivir con dignidad, calles llenas de vida con negocios que realmente aporten valor y una sociedad que vuelva a priorizar
lo humano frente a la avaricia.
Es tiempo de decir alto y claro que nuestra dignidad no es negociable, que ya basta de que jueguen con nuestras vidas como si no importasen. Porque esto va de personas, no de cifras, y ya va siendo hora de recordárselo.

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